Sumapaz, poderoso

Dairchacht MacGrian
6 min readNov 27, 2015

Un corto recorrido por el páramo de Sumapaz, el más grande del mundo.

A un poco más de una hora saliendo por el sur de Bogotá se encuentra el páramo de Sumapaz, el llamado páramo más grande del mundo por sus 333.419 hectáreas. Aunque muchos no lo sepan, Bogotá y Sumapaz poseen una vital relación, la mayoría del páramo hace parte del Distrito Capital. Este inmenso territorio está cargado de historias, luchas y de imágenes. Y aunque desde Bogotá se hable de lo importante de protegerlo, estando en él, tuve la sensación de que era todo lo contrario. No somos nosotros quienes cuidamos de él, sino es él nuestro protector. Sumapaz es el guardián, un espíritu fuerte que mide la templanza de quien lo visita, y respeta al que se acerca a él con carácter y respeto. Así pues, recorrí el poderoso Sumapaz.

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A medida que se sale de Bogotá, el paisaje densamente urbanizado y el caos del sur de la ciudad poco a poco da paso a zonas más rurales dominadas por retazos de colchas que se abren camino entre las rocas y los riachuelos. La trocha sigue subiendo y así lo anuncia el paisaje… los arboles empiezan a achaparrarse y el verde de las hojas empieza a cambiar de matiz: ya no es oscuro, vivo y brillante sino varios tonos opacos, grisáceos y en algunos casos plateados. El paisaje parece convertirse en una pintura exprecionista en una escala de verdes que derrepente se ve interrumpida por vivos chispazos de colores: amarillos, violetas, rojos, azules, adornan con pequeños detalles el páramo.

Pocos kilómetros más allá de la entrada al parque, los restos de una vieja construcción se alzan rodeado de matorrales y frailejones. — Fue una cárcel construída durante Rojas Pinilla — comenta Carlos mientras estaciona el carro para ver mejor el paisaje. Efectivamente, esta cárcel fue construida durante el gobierno del general Rojas para encerrar y toturar a los presos políticos durante su mandato. Acabada la “dictadura”, la cárcel fue abandonada. No puedo evitar imaginar a las personas allá encerradas, tiritando de frío mientras veían como el agua se congelaba a su alrededor y el viento, la lluvia y el granizo arreciaban. Muchos habrán muerto y sus espíritus deambularán por el páramo… como aquel caballo que sale en la foto y que sólo vi cuando editaba para este artículo… tomé varias fotos y en todas… el caballo aparece en la misma pocisión.

Restos de una cárcel construida durante la dictatura de Rojas Pinilla… ¿Si ven el caballo?

Esta cárcel, como un eco ha vuelto a sonar por estos días de campaña electoral en Bogotá. El candidato para la alcaldía Francisco Santos en unas de sus intervenciones hablaba de construir una UPJ (Unidad Permanente de Justicia), lo cual es una especie de un calaboso transitorio y de un día, donde llevan aquellos que encuentren infringiendo la ley en las noches bogotanas (para más información acá hay un relato sobre cómo es un arresto en la UPJ) especial para las personas que vean consumiendo drogas:

“Muchacho que esté fumando en el parque marihuana o drogas, lo vamos a llevar a una UPJ en el Sumapaz, allá va a estar 24 horas, la norma lo permite, y lo van a ver sicólogos, se le va a tratar para que entienda el problema que tiene”

Frailejones, insignias del páramo, se alzan a lado y lado de la carretera que atraviesa el PNN Sumapaz.

Tanto la cárcel como la UPJ dejan ver otras caras que tiene Sumapaz. Si bien, hoy en día el páramo más grande del mundo es conocido por su majestuosidad y su belleza que atrae a varios turistas a recorrerlo, tambien el viento susurra historias de guerra, muerte, resistencia y lucha que poco logro entender.

Nuestro cammino continúa lleno de sorpresas. No muy lejos de la cárcel, entre el paisaje verde opaco surge una mancha de verde casi radioactivo, una mancha llena de agua… una imagen que parece irreal, a pesar de que supiera de que se trataba. Sin embargo, aquella era la primera vez que veía con mis propios ojos una turbera.

Las turberas son humedales formados por la acumulación de turba, es decir, depósitos de materia orgánica, esto permite que crescan musgos, líquenes y plantas, dando aquel color brillante que resalta en el páramo. Agua, humedad, esa es la constante de los páramos americanos y la principal diferencia con aquellos paisajes inhóspitos europeos por los cuales los españoles bautizaron estos lugares de la alta montaña andina. Mas que un paisaje muerto y seco, los páramos rebozan de vida.

Pero la sorpresa no termmina ahí, justo al lado derecho de la turbera y probablemente conectada a esta, se encontraba una laguna: la laguna de los tunjos. Me emocioné con tan sólo verla a lo lejos, no podía evitarlo, hace mucho tiempo que no visitaba una laguna de páramo y ya me hacía falta. La última había sido en el páramo de Pisba, en el departamento de Boyacá, hace más de un año.

La oglibatoria foto con la laguna

Lo primero, lo obligatorio, la respectiva foto con la laguna de la que muchos colegas bromean afirmando que estoy haciendo un álbum de “cholatinas jet” con fotos mías en las lagunas. Es que, ya van 10 lagunas visitadas y con su respectiva foto. Lo segundo y también obligatorio, si se puede, es sumergir mis manos en la laguna en forma de una sutil caricia, como un leve saludo. Luego caminé los alrededores tomando fotos a esos pequeños brotes de colores que tanto me impresionan en el páramo.

Luego de la parada continuamos nuestro recorrido. A pocos metros decidimos internarnos en uno de los caminos que aparecian al lado del camino y que se adentraban en el páramo. El camino como era de esperarse, estaba lleno de lodo, agua brotaba por donde pisábamos, rompiendo el silencio que vestía el paisaje. La energía del páramo se sentía por todo lado, se sentía su fuerza y su magestuosidad y con respeto avanzábamos.

A medida que subíamos, el frío se hacía más fuerte y una leve llovizna empezó a caer, pero algo nos motivaba a seguir subiendo, a pesar que el frío cada paso se hacía más insoportable. Era como si el páramo nos estuviera probando, evaluando nuestra resistencia para premiarnos, y así lo sentimos. Al frente otra cuchilla se alzaba y en la medida que subíamos dejaba entre ver un gran tesoro… en sus cúspides, unas pequeñas lagunas glaciares se escondían. No había forma de verlas desde el valle, sólo desde la parte más alta se podía observar.

Las tres lagunas escondidas en lo alto de la cuchilla

Pero el páramo es de temperamento impredecible y de la misma forma que rápido despejó y nos dejó ver las lagunas en lo alto, sin pevio aviso se cerró y empezó a llover… el frío quemaba en los cachetes, en los labios que tiritaban y las manos que no tenían donde esconderse de las gotas que escurrían por la chaqueta. Todo se volvió agua a nuestro alrededor, congelados, y entendiendo que ya había sido sucifiente, bajamos tan rápido como pudimos.

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Dairchacht MacGrian

Antropólogo | Docente | Druida. Cara an Tuath Lafrion. Construyendo prácticas y ontologías mestizas.